lunes, 17 de junio de 2019


Introducción



La  definición  de  movimientos  sociales  es  amplia  y  diversa. Cambia en el discrso histórico y según la óptica de quien lo mire.Cuando hablamos tradicionalmente de movimientos sociales pensamos  en  los  obreros  y  los  estudiantes.  Ellos  han  tenido  impacto  en reformas específicas en todo el mundo.Sin embargo, cuando nos referimos a fenómenos emergentes ennuestro continente, como el movimiento zapatista en México y los Sin Tierra en el Brasil, preferimos señalarlos como los nuevos movimientos sociales.Estos  nuevos  movimientos  sociales  de  América  Latina  presentan elementos que al parecer son claves en su caracterización. Son colectivos con buen grado de autonomía, que desencadenan procesos sociales, con o sin el apoyo de las instituciones y organizaciones tradicionales de la sociedad (Verdaguer, 1993). Buscan resolver problemas vitales específicos, mientras apuntan a una voluntad de transformación social más profunda y global. Luego profundizaremos en estos puntos.No  obstante,  queremos  afirmar  que  los  movimientos  sociales en  América  Latina  no  son  un  fenómeno  nuevo.  Ellos  han  estado presentes en el proceso histórico de creación y consolidación de las sociedades republicanas. Pero usualmente han sido  relegados tradicionalmente de las estructuras del poder dominante. Sin embargo, durante las últimas décadas, los nuevos movimientos sociales latinoamericanos se han convertido en actores fundamentales del devenir histórico en lo social, cultural, laboral, en lo político. Así, están incidiendo de modo relevante en algunos países, por ejemplo en la elección de presidentes de repúblicas y de miembros del Poder Legislativo.


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conocimiento y de la realidad. En los 70, Darcy Ribeiro anuncia que estamos a las puertas de un nuevo modelo civilizatorio, permitién-donos una mayor visualización de nuestras posibilidades como seres humanos y como pueblos. Enzo Faletto, Osvaldo Sunkel y otros, con la Teoría de la Dependencia, agudizan nuestra mirada crítica para reconocer  que  la  miseria  de  los  países  del  llamado  tercer  mundo  está relacionada con los mecanismos económicos de producción y distribución impuestos por las grandes potencias. También, hay propuestas que no solo aportan claridad teórica, sino  también  formas  prácticas  de  liberación  y  reconstrucción  de  espacios  sociales.  Por  ejemplo,  Gustavo  Gutiérrez,  Jon  Sobrino  y  Leonardo Boff, entre otros, desde la Teología de la Liberación nos han  señalado  como  sujetos  trascendentes,  que  hemos  de  liberar-nos progresivamente de las estructuras de opresión (o de pecado), para buscar nuestro pleno desarrollo como seres humanos y partí-cipes del plan de Dios; desde aquí se generaron y fortalecieron los Comités Eclesiales de Base, que siguen cumpliendo un papel rele-vante  en  la  educación  y  organización  popular  del  continente.  Autores como Lola Cendales, Julio Barreiro, entre otros, nos hablan de  la  Educación  Popular  como  esquema  y  estrategia  formativa  y  también política, que favorece la concientización y la transforma-ción social ligadas a las dimensiones vitales de los seres humanos. Esto ha impulsado un movimiento, aún vivo y palpitante, en espa-cios sociales de nuestro continente. Y  no  podemos  dejar  por  fuera  a  Paulo  Freire,  quien  construye  una  propuesta  de  formación  desde  lo  histórico,  agudizando  nues-tra visión de la realidad hasta dar con los mecanismos de coerción y sometimiento, y ofrece la palabra y la concienciación     a los explota-dos y segregados, para la búsqueda compartida de la liberación. Finalmente,  podemos  señalar  que  cuando  la  configuración  social cierra las oportunidades de crecimiento y desarrollo, y hasta del  mantenimiento  de  la  vida,  los  seres  humanos  nos  abrimos  a  diversas  posibilidades  creadoras.  Así,  desde  el  mundo  de  vida  de 
Movimientos sociales en Venezuela: una propuesta transformadora22 estos  sectores  sometidos  y  a  la  vez  excluidos  concurre  una  diver-sidad de actores, que va creando el terreno propicio para el surgi-miento y afianzamiento de los nuevos movimientos sociales. Es posible leer en la historia los hitos fundamentales de los movi-mientos  originarios  (levantamientos  indígenas,  conformación  de  cumbes y quilombos, juntas patrióticas, sindicatos, movimientos) y construir desde allí aprendizajes sociales que nos constituyan como pueblos  y  como  creadores  de  sociedades.  También  ha  sido  posi-ble nutrirnos de toda la producción latinoamericana, que asume lo ancestral,  la  creación  artística,  la  producción  teórica  propia,  para  alimentar  el  hecho  de  que  nos  constituyamos  en  sujetos  de  nues-tros conocimientos, de nuestras prácticas vitales y, en fin, de nuestra historia. Ya  no  se  trata  de  asumir  el  espiral  dominante,  ni  de  tratar  de  llegar a su centro para configurar, desde allí, las nuevas repúblicas. Ahora  se  trata  de  construir  ensayos  utópicos  (en  el  mejor  sentido  de la palabra), desde espacios al margen, creando múltiples espirales que apuntalen nuestro desarrollo humano pleno; hecho que inevi-tablemente  ha  de  estremecer  los  poderes  y  las  institucionalidades  dominantes. Un intento de caracterización de los nuevos movimientos socialesRaúl Zibechi (2004) sugiere un enfoque para visualizar la acción, el sentir y el pensar de esos colectivos organizados que han logrado conquistar “pequeños” espacios en el marco de la totalidad social. ¿Por qué no mirarlos desde la totalidad social, cuya reconfiguración interna y externa ha abierto la posibilidad de abrir nuevos cauces de convivencia y de existencia pública? Los oprimidos, en el fragor de las luchas sociales aseguran su supervivencia material y espiritual, estableciendo para ello tejidos sociales, que ante el declive del poder hegemónico configura espacios sociales inéditos (Zibechi, 2007).   
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En otras palabras: estas vivencias colectivas no se agotan en lo reivindicativo,  sino  que  abren  nuevas  constelaciones  existenciales  cargadas  de  futuro.  Desde  la  inmediatez  de  lo  reivindicativo  han  de irse construyendo colectivamente espacios y problemáticas más amplias  y  abarcadoras,  articulando  las  luchas  sectoriales  con  la  transformación de la sociedad (Rauber, 2006). Por ende, los movimientos sociales, entrelazados, casi silencio-samente  pueden  redefinir  el  rumbo  de  la  sociedad.  En  este  caso,  los  movimientos  sociales  abrirían  un  momento  anticipatorio  de  un amanecer social, que a falta de un nombre mejor pudiera deno-minarse  un  nuevo  estadio  civilizatorio.  En  todo  caso,  se  trata  de  espacios humanos de relación, donde se vivencian identidades espe-cíficas, de una enorme riqueza que aún parece contrastar con una orfandad teórica.  Los  movimientos  sociales,  sin  ser  un  fenómeno  nuevo,  han  venido  tomando  mayor  relevancia  en  la  actualidad.  No  solo  se  consideran salidas locales, inmediatas a situaciones de crisis, sino espacios dinámicos con tendencia a consolidarse, incluso a incidir en la marcha global de la sociedad. En el caso de América Latina, movimientos  tales  como  los  zapatistas  (México),  los  Barrios  de  Pie  (Argentina),  los  Sin  Tierra  (Brasil),  los  Consejos  Comunales  (Venezuela), el movimiento indígena (Ecuador, Bolivia), entre otros, mantienen definiciones explícitas de su propia identidad, que  apun-tan a la reorganización de las relaciones sociales. Antes, tal vez convenga recordar que los llamados nuevos movi-mientos  sociales  no  pueden  desarrollarse  sin  grandes  tensiones  sociales. Su existencia y fortalecimiento suponen de entrada agudos conflictos entre fuerzas sociales cuya resolución implica transfor-maciones profundas en el orden existente. Los movimientos socia-les, en sí mismos, se oponen a las fuerzas dominantes encarnadas en empresas transnacionales, aliadas con un poder militar con exce-sivo desarrollo tecnológico.
Movimientos sociales en Venezuela: una propuesta transformadora24 Estas fuerzas sociales dominantes suponen que la sociedad es un campo de batalla donde sobrevive el más apto, siendo el capital el mayor indicador de éxito. De aquí que tales fuerzas, desde una plata-forma comunicacional mundializada, defiendan el libre mercado, la eliminación de los controles al capital, que favorecen el individua-lismo y la competencia atroz. Esto se mira, desde los movimientos sociales, como la raíz de situaciones extendidas de opresión, injusti-cia, inequidad, que mantiene en la miseria a grandes porciones de la población mundial. En  tal  sentido,  nos  proponemos  a  continuación  una  aproxima-ción ontológica a los movimientos sociales, es decir, una indagación sobre el ser de tales movimientos. No nos cansamos de repetir que se trata de un estudio provisional, que requiere de ulteriores correc-ciones y seguramente de superaciones y replanteamientos. En este momento  tomaremos  tres  principios:  el  principio  de  identidad  (cómo se definen a sí mismos), el principio de oposición (contra qué luchan) y, en menor grado, el principio de totalidad (superación de la antinomia identidad-oposición) (Doise, 1991).   De entrada, tenemos que decir que la identidad de los movimien-tos sociales jamás será algo terminado, definitivo. Este sujeto social permanentemente se autoconstituye en el proceso mismo de lucha por autoperpetuarse, por lograr reivindicaciones concretas y apun-tar a una visión global de sociedad (Rauber, 2006). Podemos extra-polar la visión del mundo aimara, propuesta por Zibechi (2007), a los movimientos sociales. En tal sentido, hablamos de una organiza-ción integrada a la vida cotidiana que es en sí acción insurreccional, con una escasa división del trabajo, donde el propio colectivo da y ejecuta las órdenes. Estos movimientos sociales, según Theotonio Dos  Santos  (2006),  alimentados  por  las  fuerzas  sociales  emer-gentes  (movimientos  de  género,  indígenas,  negros,  defensores  del  ambiente,  entre  otros),  inician  luchas  reivindicativas  que  luego  han pasado a constituir un proyecto político-cultural que apunta a
 25 CAPÍTULO 1un nuevo proceso de civilización pluralista, realmente planetario, posracista, poscolonial y probablemente posmoderno.  Los   movimientos   latinoamericanos   están   constituidos   por   comunidades  vinculadas  con  la  naturaleza  como  medio  y  sentido  de  vida  (por  ejemplo  indígenas,  campesinos),  experiencias  loca-les  urbanas  (organizaciones  comunitarias,  propuestas  artísticas),  modos de acceder o reinventar el trabajo (movimientos de trabaja-dores), reivindicación de etnias y de identidades ancestrales (indíge-nas, afrodescendientes), reafirmación de género y de libertad sexual (movimientos feministas y de diversidad sexual). No sobra decir que estos movimientos no se manifiestan quími-camente puros, sino que se combinan e integran entre sí. Finalmente, conviene tener cuidado con la peligrosa frontera entre las acciones de construcción de nuevas formas de sociedad, y tendencias inicial-mente utópicas, que desembocaron en prácticas destructivas, como el Sendero Luminoso y las guerrillas narcotraficantes. Podríamos ver entonces los movimientos sociales como conjun-tos  de  personas  que,  como  colectivos  organizados,  inventan  y  asumen acciones que en sí mismas se integran en diversos ámbitos (económico-social-cultural-ancestral-político).   En   el   despliegue   de estas acciones se favorecen las situaciones de encuentro, inter-cambio e integración social. Ello supone que, como seres humanos, todos  somos  iguales  ante  la  ley  y  ante  Dios,  tenemos  las  mismas  posibilidades y las mismas oportunidades. La naturaleza y la forma como  nos  relacionamos,  y  no  las  propiedades  adquiridas,  definen  lo que somos. La sociedad es, en consecuencia, una configuración de personas-colectivos interconectados entre sí. Cada colectivo, en relación con los otros desde sus ámbitos específicos, imprime direc-ción y sus propios rasgos a la vida social.    Desde  lo  anterior,  enfatizamos  que  el  ser  de  estos  movimien-tos sociales apunta a concebir al ser humano como un ser en rela-ción, más que como un ente individual. La categoría de relación es primordial está en el ser y el hacer de los movimientos, sin que ello
Movimientos sociales en Venezuela: una propuesta transformadora26 implique  la  supresión  de  las  iniciativas  y  los  intereses  personales.  Esto implica la preeminencia de valores tales como la solidaridad, la cooperación, en contraposición con el individualismo competitivo de la filosofía económica occidental. Desde  su  quehacer  cotidiano  los  movimientos  generan  una  concepción  del  mundo,  donde  se  favorecen  la  relación  solidaria  entre  seres  humanos,  la  diversidad,  la  autoorganización  y,  sobre  todo, el amor. Por ejemplo, Pineda Ramírez (2004) señala que para el movimiento zapatista la búsqueda fundamental es el amor. Este movimiento habla de la verdad múltiple, y esboza lemas aparente-mente contradictorios, tales como “mandar obedeciendo” y “cami-nar preguntando”. De este modo, la sociedad con toda su complejidad y su diver-sidad se convierte en un espacio de relación entre seres humanos, donde  se  da  preeminencia  a  la  vida  cooperativa  y  solidaria.  Esto  no  significa  que  en  estos  sectores  no  se  presenten  las  rivalidades,  vicios  y  conflictos,  mas  se  trata  de  prácticas  que  hay  que  superar  más temprano que tarde. Y, en esta sociedad, la política pasa a ser un  juego  donde  todos  participamos  a  diversos  niveles.  No  existe  una clase o un sector social privilegiado, de donde deban surgir los líderes sociales. El liderazgo es una condición de los diversos grupos humanos, y los dirigentes de tales grupos han de “obedecer” a tal condición. La medida del liderazgo está en la coordinación de fuer-zas para obtener logros que beneficien a tales colectivos, así como a aquellos que ayuden a la estabilidad y crecimiento de todos. La libertad, en esta concepción, apunta a una búsqueda compar-tida de generar permanentemente las mejores condiciones posibles para  la  cooperación  y  la  horizontalidad  en  las  relaciones  sociales,  con respeto a la naturaleza y a la totalidad de los seres vivos. Es tarea de  los  gobiernos,  entonces,  fomentar  y  respaldar  esa  creación  de  condiciones sociales para la cooperación, para la relación dialógica, para el fomento de la economía comunitaria, disminuyendo de ese modo  la carga de privilegios que hace que unas personas exploten
 27 CAPÍTULO 1a otras. La libertad no se da desde lo individual, sino desde la acción relacional entre seres humanos, y entre estos y la naturaleza. Solo se puede buscar beneficios personales, buscando al mismo tiempo beneficios para todos.Otra  característica  de  estos  movimientos  es  la  búsqueda  de  integración  de  acciones  diferentes  pero  necesarias,  tales  como,  en palabras de Rubén de la Torriente (2004): “la autoorganización (acción  hacia  adentro)  y  la  lucha  y  la  denuncia  cotidiana  (acción  hacia fuera)”. Según nuestra experiencia y nuestros conocimientos, la identidad de los movimientos sociales es fuerte, expansiva, y cree-mos que se aleja de posibles búsquedas referidas por París Pombo (1990)  de  configurar  identidades  restringidas,  ante  la  debilidad  y  poca  permanencia  de  identidades  sociales  más  amplias  y  perma-nentes.

3 comentarios:

  1. En los temas que manejen, es necesario aplicar el análisis critico, sobre las publicaciones o artículos que ingresen.

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  2. “Movimientos sociales de América Latina presentan elementos que al parecer son claves en su caracterización. Son colectivos con buen grado de autonomía, que desencadenan procesos sociales, con o sin el apoyo de las instituciones y organizaciones tradicionales de la sociedad”.

    En Venezuela Hoy en día en muy pocos movimientos se ve la solidaridad lo que se ve son las ansias de poder no solo a dinero sino a cargo a querer ser más que los demás y obtener beneficios personales y no colectivos ..

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  3. Esta bien interesante el proyecto. Me gusta mucho

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